Resucitó de entre los muertos

En verdad ha resucitado el Señor, ¡Aleluya! A Él la gloria y el poder por toda la eternidad (Lucas 24, 34; Apocalipsis 1, 6).

La Resurrección gloriosa del Señor es la clave para interpretar toda su vida, y el fundamento de nuestra fe. Sin esa victoria sobre la muerte, dice San Pablo, toda predicación sería inútil y nuestra fe vacía de contenido (1 Corintios 15, 14-17).

Además, en la Resurrección de Cristo se apoya nuestra propia resurrección. La Pascua es la fiesta de nuestra redención y, por tanto, fiesta de acción de gracias y de alegría. Los Apóstoles son, ante todo, testigos de la Resurrección de Jesús (Hechos 1, 22; 2, 32; 3, 15). Anuncian que Cristo vive, y éste es el núcleo de toda su predicación.

Esto es lo que después de veinte siglos, nosotros anunciamos al mundo: ¡Cristo vive! Y esto nos colma de alegría el corazón. La Resurrección es el argumento supremo de la divinidad de Nuestro Señor.

«Esta es la gran verdad que llena de contenido nuestra fe. Jesús, que murió en la cruz, ha triunfado de la muerte, del poder de las tinieblas, del dolor y de la angustia: en Él, lo encontramos todo: fuera de Él, nuestra vida queda vacía» (J. Escrivá de Balaguer, ‘Es Cristo que pasa’).

Tomado de la Colección «Hablar con Dios», por Francisco Fernández Carvajal

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