Etiqueta: Dios

  • Leyenda de la caverna

    Cuenta la leyenda que una mujer pobre con un niño en los brazos, pasando delante de una caverna escuchó una voz misteriosa que le decía: «Entra y toma todo lo que desees, pero no te olvides de lo principal. Recuerda algo: después que salgas, la puerta se cerrará para siempre. Por lo tanto, aprovecha la oportunidad, pero no te olvides de lo principal.»

    La mujer entró en la caverna y encontró muchas riquezas. Fascinada por el oro y por las joyas, puso al niño en el piso y empezó a juntar, ansiosamente, todo lo que podía en su delantal. La voz misteriosa habló nuevamente: «Tienes sólo ocho minutos…».

    Agotados los ocho minutos, la mujer cargada de oro y piedras preciosas, corrió hacia fuera de la caverna y la puerta se cerró. Recordó, entonces, que el niño quedó allá y la puerta estaba cerrada para siempre. La riqueza duró poco y la desesperación, siempre.

    Lo mismo ocurre, a veces, con nosotros. Tenemos unos 80 años para vivir en este mundo, y una voz siempre nos advierte: «¡No te olvides de lo principal!». Y lo principal son los valores espirituales, la oración, la vigilancia, la familia, los amigos, la vida. Pero la ganancia, la riqueza, los placeres materiales nos fascinan tanto que lo principal siempre se queda a un lado. Así agotamos nuestro tiempo aquí, y dejamos a un lado lo esencial: «¡Los tesoros del alma!». Que jamás nos olvidemos que la vida en este mundo pasa rápido y que la muerte llega de inesperado. Y que cuando la puerta de esta vida se cierra para nosotros, de nada valdrán las lamentaciones.

    Vivimos en un mundo lleno de problemas, angustias, corrupción, donde cada día mueren niños inocentes, padres de familia con estrés, pero todo es porque hemos olvidado lo principal. Los invito a volver la mirada a Dios y compartamos la felicidad que es andar cada día con Él.

  • La amistad

    Construía Sócrates una pequeña casa, en las afueras de Atenas, cuando algunas personas le preguntaron para qué serviría esa minúscula habitación. Él contestó que era para sus amigos. Admirados le replicaron que ahí no cabría casi nadie y entonces, con su ya tradicional y fina ironía, respondió: «¡Qué diera yo por poder llenarla!»

    Los amigos son escasos. Los puedes contar con los dedos de la mano y seguramente te sobrarán dedos. Por eso talvez no tengas muchos, pero los que tienes siempre serán suficientes para llenar tu alma. Un amigo es como la perla evangélica que, cuando la encuentras, vas y vendes todo, con tal de poseerla.

    Un amigo no es un hermano de sangre, sino del corazón. Por eso, un hermano puede ser tu amigo, pero un amigo siempre será tu hermano.

    Un amigo siempre estará ahí, aún cuando no lo necesites. A un amigo lo necesitas porque lo quieres; no lo quieres porque lo necesitas.

    Con tus conocidos hablas, con tus amigos te comunicas. Un conocido te oye, un amigo te escucha, y lo más importante es que no te escucha con sus oídos, sino con su corazón.

    El amigo fiel es refugio seguro; quien lo encuentra, encuentra un tesoro. (Eclesiástico 6:14)

    Dios te conceda el tesoro de uno o más amigos.

  • Nuestra Señora de Lourdes

    Cuatro años después de la proclamación de su Inmaculada Concepción, la Santísima Virgen se apareció en repetidas ocasiones a la humilde joven santa María Bernarda Soubirous en los montes Pirineos, junto al río Gave, en la gruta de Massabielle, de la población de Lourdes, y desde entonces aquel lugar es frecuentado por muchos cristianos, que acuden devotamente a rezar.

    Bernardita de Soubirous fue la elegida por Dios para ser testigo y mensajera de tan extraordinaria iniciativa del Creador. La Madre de Jesús, nuestra Madre también, supo como siempre enamorar a las multitudes y convocar a los pueblos de las naciones alrededor de la majestuosa imagen que de Ella se difundió.

    Lourdes ha sido fuente de sanación física para mucha gente, y quizás ha sido este el milagro más visible que Dios ha realizado para confirmar y sostener la fe en la obra. Pero sin dudas que la sanación espiritual, la conversión de las almas, ha sido el fruto más extraordinario que las generaciones han manifestado como evidencia de la potencia de los actos de Dios en esta tierra.

    Bernardita fue también instrumento de confirmación del Dogma de la Inmaculada Concepción, para alegría de los que amamos la pureza de María, reconocida de este modo en las propias palabras de la Reina del Cielo: «Yo soy la Inmaculada Concepción». Hoy, después de 150 años, las palabras de María resuenan en nuestros oídos con la misma fuerza, como un cristal puro que resuena y sacude con su timbre los tímpanos del mundo.

    Gloria a Dios por Su Amor manifestado en regalo tan extraordinario. Nuestra Señora de Lourdes renueve nuestros corazones y nuestras mentes, para que emerja sonriente y esplendorosa nuestra propia conversión.

  • Presentación de Jesús al templo

    Esta costumbre tiene su origen en la celebración litúrgica de la fiesta de la purificación.

    En tiempo de Jesús, la ley prescribía en el Levítico que toda mujer debía presentarse en el templo para purificarse a los cuarenta días que hubiese dado a luz. Si el hijo nacido era varón, debía ser circuncidado a los ocho días y la madre debería permanecer en su casa durante treinta y tres días más, purificándose a través del recogimiento y la oración.

    Ya que se cumpliera la fecha, acudía en compañía de su esposo a las puertas del templo para llevar una ofrenda: un cordero y una paloma o tórtola. Con respecto al niño, todo primogénito debía ser consagrado al Señor, en recuerdo de los primogénitos de Egipto que había salvado Dios.

    José y María llevaron a Jesús al templo de Jerusalén. Como eran pobres, llevaron dos palomas blancas. Al entrar al templo, el anciano Simeón, movido por el Espíritu Santo, tomó en brazos a Jesús y lo bendijo diciendo que Él sería la luz que iluminaría a los gentiles. Después, le dijo a María que una espada atravesaría su alma, profetizando los sufrimientos que tendría que afrontar.

    El día 2 de febrero de cada año, se recuerda esta presentación del Niño Jesús al templo, llevando a alguna imagen del Niño Dios a presentar a la iglesia o parroquia. También ese día, se recuerdan las palabras de Simeón, llevando candelas (velas hechas de parafina pura) a bendecir, las cuales simbolizan a Jesús como luz de todos los hombres. De aquí viene el nombre de la «Fiesta de las candelas» o el «Día de la Candelaria».

    Es una fiesta que podemos aprovechar para reflexionar acerca de la obediencia de María y para agradecer a Jesús que haya venido a iluminar nuestros corazones en el camino a nuestra salvación eterna.

  • Andar en bici con Dios

    Al principio veía a Dios como el que me observaba, como un juez que llevaba cuenta de lo que hacía mal, como para ver si merecía el cielo o el infierno cuando muriera. Era como un presidente, reconocía su foto cuando la veía, pero realmente no lo conocía.

    Pero luego reconocí a mi Señor, parecía como si la vida fuera un viaje en bicicleta, pero era una bici de dos, y noté que Dios viajaba atrás y me ayudaba a pedalear.

    No sé cuándo sucedió, no me di cuenta cuándo fue que Él sugirió que cambiáramos lugares, pero mi vida no ha sido la misma desde entonces… mi vida con Dios es muy emocionante.

    Cuando yo tenía el control, yo sabía a donde iba. Era un tanto aburrido pero predecible. Era la distancia más corta entre dos puntos. Pero cuando Él tomó el liderazgo, Él conocía otros caminos, caminos diferentes, hermosos, por las montañas, a través de lugares con paisajes, velocidades increíbles. Lo único que podía hacer era sostenerme. Aunque pareciera una locura, Él sólo me decía «¡¡¡Pedalea!!!»

    Me preocupaba y ansiosamente le preguntaba «¿A dónde me llevas?». Él sólo sonreía y no me contestaba, así que comencé a confiar en Él.

    Me olvidé de mi aburrida vida y comencé una aventura, y cuando yo decía «Estoy asustado», Él se inclinaba un poco para atrás y tocaba mi mano.

    Él me llevó a conocer gente con dones, dones de sanidad y aceptación, de gozo. Ellos me dieron esos dones para llevarlos en mi viaje. Nuestro viaje, de Dios y mío.

    Y allá íbamos otra vez. Él me dijo: «Comparte estos dones, dalos a la gente, son sobrepeso, mucho peso extra.» Y así lo hice, a la gente que conocimos, encontré que en el dar yo recibía y mi carga era ligera.

    No confié mucho en Él al principio, en darle control de mi vida. Pensé que la echaría a perder, pero Él conocía cosas que yo no acerca de andar en bici, secretos. Él sabía como doblar para dar vueltas cerradas, brincar para librar obstáculos llenos de piedras, inclusive volar para evitar horribles caminos.

    Y ahora estoy aprendiendo a callar y pedalear por los más extraños lugares, y estoy aprendiendo a disfrutar de la vista y de la suave brisa en mi cara y sobre todo de la increíble y deliciosa compañía de mi Dios.

    Y cuando estoy seguro de que ya no puedo más, Él sólo sonríe y me dice «¡¡¡PEDALEA!!!».