Las personas pasan la mayor parte de su vida sintiéndose ofendidas por lo que «alguien» les hizo. ¡Nadie, te ha ofendido, tú te sientes ofendido! Las expectativas que tú esperabas de esas personas son las que te hieren, expectativas que creas tú con tus pensamientos.
Tú esperabas que tus padres te dieran más amor. ¡No te ofendas! Son tus expectativas de unos padres ideales, pero seguro que ellos hicieron lo mejor que supieron y pudieron.
Tú esperabas que tu pareja reaccionara de una manera y no lo hizo. Tu pareja no te ha hecho nada, es la diferencia entre lo que tú esperabas y lo que ella sintió, lo que te hiere. Nuevamente, tus expectativas te ofenden.
¿Decepcionado con tu Padre Celestial? ¡Muy mal! Es tu creencia de lo que esperas de Dios lo que te ofende. Nuestro Padre Celestial jamás decepciona a nadie. La sensación de sentirte herido por lo que te hacen los otros, se irá cuando te conozcas mejor y te quieras un poco más.
Nosotros nacemos limpios, sin maldad: inocentes. Pero esa pureza es suprimida y sustituida por conceptos que nuestros padres, colegios, sociedad y los medios nos enseñan. Nos programan con un guión erróneo de cómo deben ser las cosas, los conceptos y prioridades de la vida, porque ellos a su vez fueron programados antes.
Las experiencias negativas suelen ser más traumáticas que las positivas. Cuando una persona es maltratada por no haber cumplido las expectativas que se esperaban de ella, acumula esas experiencias en su memoria, y, al repetirse una situación parecida, es cuando aparecen los miedos y desconfianzas hacia esa nueva persona, por si se repiten las mismas situaciones que le hicieron sufrir anteriormente; miedos y desconfianzas que te atrapan en esa inercia negativa, entrando en un círculo vicioso difícil de superar y que te impide ¡ser feliz, ser tú!
Uno de los mayores problemas es tratar de imponer tu criterio sobre otra persona intentando guiar su vida. Ella se niega y creas resentimientos entre ambos, te sientes ofendido porque no te hizo caso, y la otra persona también porque no la aceptas como es. Se crea un círculo vicioso. Todas las personas tienen el derecho universal de guiar su propia vida y aprender de sus propios errores: Déjalos ser. Nadie te pertenece. Cuando los colonos americanos querían comprar sus tierras a los Pieles Rojas, estos les contestaron: ¿Comprar nuestras tierras?, si no nos pertenecen. Ni el curso de las aguas, ni el aire, ni nuestros hermanos los búfalos que sólo cazamos para sobrevivir, no son nuestros. Eso es una idea desconocida para nosotros.
Las personas son como un río caudaloso, cualquier intento de manipularlas te perjudicará y te hará sufrir. Ámalas, disfrútalas y déjalas ir. Los elementos naturales, los ríos, las personas, las plantas, los animales, no se pueden comprar. No son tuyos, los puedes disfrutar como parte de la naturaleza.