Ser padres con liderazgo

De acuerdo al orden natural o jerarquía, los padres somos los guías, somos los héroes, los primeros maestros, enfermeros, chóferes y mucho más en la vida de nuestros hijos. Los padres desempeñamos múltiples roles de liderazgo en la vida de ellos, tan sólo por ser los padres, por ser mayores, por tener más experiencia, por saber más y por supuesto, por tener vinculado a ellos nuestro corazón y afectividad por siempre. Esta posición de líderes en la vida de nuestros hijos nos es otorgada en el momento de saber que vamos a «ser padres».

Como nos damos cuenta, somos facilitadores para nuestros hijos en la guía, en toda clase de información que van almacenando a diario… ¡Qué gran responsabilidad!, ¿verdad? Desde luego, para guiar se debe saber a dónde se quiere llegar, cuál es el rumbo a tomar, y cuál es el puerto a desembarcar. Por eso, los padres tenemos una gran responsabilidad y a la vez un gran regalo que nos da la vida, pues tener el liderazgo en la familia es, de seguro, el viaje más hermoso que vamos a poder realizar.

Cuando veamos que lo que hemos grabado en el pensamiento y alma de nuestros hijos es trasferido a otros positivamente con impacto, es porque estamos siendo líderes en su vida. Pueden ser grandes o pequeñas acciones como el compartir, brindar alegría, saber perdonar, ayudar al necesitado, hacer una visita a un enfermo, decir la verdad, incluir a otros, participar en pláticas constructivas; en fin, se pueden agregar muchísimas a la lista, pero en todas estas pequeñas y grandes cosas podemos, como padres, saber la calidad de nuestro liderazgo.

A lo largo de nuestra vida, todos podemos recordar a alguien especial que nos sembró confianza, nos dio valor y empujó para realizar algo, nos brindó su ejemplo; también están aquellos que nos dieron su voto de confianza. Qué mejor que seamos nosotros, los padres, quienes estemos allí para hacer todo esto por nuestros hijos. Recordemos siempre que nuestros hijos aprenderán más de lo que observan que hacemos, que de lo que decimos.

No somos perfectos, pero sí podemos ganar prestigio con nuestros hijos a través de nuestro liderazgo en acción y, por qué no, también reconociendo cuando nos equivocamos. Esto nos hará más humanos, más humildes y cercanos a ellos.

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