Siembra

En el campo del mundo, tú eres el sembrador. No puedes huir de la responsabilidad. No digas que el suelo es áspero, que llueve frecuentemente, que el sol quema o que la semilla no sirve. No es tu función juzgar la tierra y el tiempo. Tu misión es sembrar.

¡La semilla es abundante! Un pensamiento, una sonrisa, una palabra de aliento, un apretón de manos, un consejo, un poco de agua, son semillas que germinan fácilmente. Pero… no siembres descuidadamente como quien cumple una misión desagradable; siembra con interés, con amor, con atención, como quien encuentra en eso la razón de su felicidad.

Y al sembrar no pienses, ¿Cuánto me darán? ¿Cuánto tardará la cosecha? Recuerda que no siembras para enriquecer aguardando las ganancias multiplicadas; siembras porque no puedes estar inactivo, porque no puedes vivir sin dar, porque no puedes servir a Dios sin servir a los demás.

Eres dueño de ti mismo, de la vida y del Universo. Tu semilla no caerá en el vacío; sin esperar recompensa, recibirás compensación; sin esperar riquezas, enriquecerás; sin pensar en la cosecha, tus bienes se multiplicarán. Y todo porque siembras en un reino donde dar es recibir, donde perder la vida es encontrarla, donde gastar sirviendo es cimentar.

Siembra siempre en todo terreno, siembra siempre con amor, con interés, como si estuvieras sembrando el propio corazón.

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