Encontrando hierro y oro

Si alguien me diera un puñado de arena indicándome que en ella había partículas de hierro, yo las buscaría con mis ojos, y con mis dedos, más no podría descubrirlas. Pero si tomara un imán y lo pasara por encima de la arena, todas las partículas de hierro pasarían y se unirían al metal magnetizado.

Asimismo, el corazón ingrato, como mis dedos, no descubrirá ninguna misericordia; más si un corazón agradecido examina un solo día, encontrará en cada hora un puñado de bendiciones celestiales como las partículas de hierro ocultas entre la arena: sólo que el hierro en las manos de Dios se vuelve oro.

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