Cuidado, porque los símbolos se pueden transformar en trampas.
En el libro «Cántico para Leibowitz» todo pasa en un futuro distante, mil años después de que la actual civilización ha sido destruida. Sus habitantes usan antiguos cables de computadora enrollados en el cuello, porque, dice la tradición, esos cables contenían sabiduría.
Jorge Luis Borges también habla de la transformación de los símbolos: la cruz, un instrumento de tortura, se volvió a un instrumento de fe. Una flecha asesina ahora apenas indica una dirección.
Una leyenda Zen cuenta la historia de un maestro que siempre mandaba a atar a su gato, que perturbaba la meditación de los discípulos. El tiempo pasó, y el maestro murió. El gato también murió, y trajeron otro. Cien años después, alguien escribió un tratado respetadísimo, sobre la importancia de tener un gato atado durante una meditación.