La Visitación de la Santísima Virgen María

Al mismo tiempo que el Ángel Gabriel anunció a María la Encarnación del Hijo de Dios, le dio la noticia de que su parienta Isabel, estéril y de edad avanzada, tenía en su vientre, hacía seis meses, un hijo destinado a ser el Precursor del Mesías. María, llena de gracia y animada por el Espíritu Santo, partió sin dilación a visitarla. Marcha de prisa, porque siente en sus entrañas -Primera Procesión del Corpus- la presencia del Huésped, y ese dulce peso pone alas a sus pies.

«Qué hermosos son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz». Efectivamente, imaginarse a María por aquellos áridos caminos, en la primavera florida de sus quince años, llevando en sus entrañas el divino Secreto, saltando y volando en alas del gozo y del amor, es una estampa lírica sin par..

Llegó a una ciudad de las montañas de Judea. La tradición señala a Aín-Karim como esa ciudad de Judá. Entrando María en casa de Zacarías, esposo de Isabel, saludó a ésta. Y sucedió que el niño que Isabel llevaba en sus entrañas, saltó de gozo e Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó: «Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre. ¿Quién soy yo para que la madre de mi Señor venga a verme? Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de gozo en mi seno. Dichosa tú que has creído, porque se cumplirá cuanto te fue anunciado de parte del Señor». Y nace de los labios de María el Magníficat, canto de humildad y de agradecimiento, que introduce un sistema nuevo de valores. Este cántico es un resumen de la Biblia, síntesis de la historia de la salvación. Anuncia la verdadera revolución, no la de los hombres, sino la de Dios.

La Virgen de la Visitación, caminando de prisa, es una imagen fascinante. Primero ha dicho «si» a Dios. Luego ese «si», convertido en mensaje, lo participa a los demás. La Anunciación es lo que le ha sucedido a María. La Visitación es lo que María hace que suceda en los demás, por su prontitud, generosidad y confianza.

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