La mariposa, la ardilla, el bosque

En un bosque muy peculiar, vivía una mariposa, que anunciaba las malas y buenas nuevas de todo lo que sucedía en ese rincón de la naturaleza.

Como toda buena mariposa, era admirada por los habitantes del bosque, que día a día la veían, para enterarse de todos los temas de interés, que con gracia, daba a conocer la mariposa.

A pesar de que en el bosque habían mucha mariposas, destacaba no por la belleza de sus alas, sino por su inteligencia, algo que muy pocas mariposas tenían. Este rasgo distintivo, no pasaba desapercibido para ningún integrante de la fauna del bosque y por eso, cada vez mas y mas eran quienes seguían a esta mariposa y así estar enterados siempre de las últimas nuevas.

Dentro de todos, una ardilla, como tantos otros habitantes del bosque, desde hace mucho tiempo la había observado y seguido, prestando especial atención a la forma elegante y sincera con la que contaba las historias del bosque. A diferencia de las otras mariposas que pululan por ahí, siempre era atenta, amable y cordial con todo aquel en el bosque que se cruzaba en su camino.

Sin saber ni como, ni por qué, la mariposa prestó atención a lo que decía y hacía la ardilla, que no precisamente era la mas interesante del bosque. De tal suerte, así como las flores silvestres crecen a la orilla del río, también la amistad entre la amable mariposa y la tosca ardilla creció.

La admiración hacia la mariposa creció a medida que conocía mas y mas. Sin embargo un ronrón malvado, con su molesto ruido, logró lo que ningún otro ser del bosque había logrado. Con su aleteo sin parar, convirtió a la dulce y apreciada mariposa, distinguida por su amabilidad, en una mariposa mas del montón, fría, sin gracia, destruyendo lo que la hacía ser única y destacar entre los demás.

La ardilla no lo comprendió, la amistad con la mariposa terminó de inmediato y finalmente comprobó lo que siempre temió, una amistad como esa, no podía durar para siempre. Aún no lo entiende y por momentos se siente culpable, no logra olvidar cuando la mariposa le confesó que sentía miedo, mucho miedo y el sentimiento de impotencia se apoderó de la ardilla al no poder hacer nada. Y es que nada ni nadie, debiera de provocar que otro ser sienta miedo.

El recuerdo de los buenos momentos, es lo único que le queda a la ardilla y que atesora, sin creer que alguna vez, esa mariposa que vuela como todas las demás, fue la mas admirada del bosque.

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La lección de hoy: no todo lo que brilla es oro, no siempre la amistad perdura lo que uno quisiera, en la mayoría de las veces, una simple palabra, tiene el poder de destruir en un instante, lo que se ha tardado mucho tiempo en construir. Las palabras son tan poderosas, que difícilmente se puede comprender la magnitud del daño que hacen, cuando no son bien dichas.

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