Cierto día, estando Benjamín Franklin en Francia, se encontró en un café con un individuo que olía mal y le dijo:
– ¿Puede usted retirarse un poco?
– ¿Por qué?
– Porque huele muy mal.
– ¡Esto es un insulto grave! Me debe una satisfacción y lo reto a muerte. Nos veremos mañana detrás de Notre Dame.
– No es necesario y no acepto el duelo -dijo Franklin-. Es muy sencillo: Si me mata usted, continuará oliendo mal; y si le mato yo, olerá peor.
Sabes lo que haría en este caso. Yo no le pediría que se retirase. 1o. El lugar es público 2o. Si tanto me molesta la que se retira soy yo.
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