No se rompió la fila

En una de las islas del Pacífico, escenario de la segunda guerra mundial, un oficial ordenó formar filas a una compañía de soldados para solicitar voluntarios para una misión de gran peligro.

Les explicó el peligro que existía. Enseguida pidió que quienes estuvieran dispuestos a enfrentarlo dieran dos pasos al frente.

En ese momento, un oficial subordinado distrajo su atención pasándole un recado. Cuando volvió a sus hombres, encontró que no se había roto la fila.

– ¿Cómo, ni uno solo! -gritó, y comenzó a increparlos antes de darse cuenta de que toda la fila había avanzado dos pasos.

Todos nos inclinamos a juzgar a los demás con demasiada rapidez. Descubrimos muy tarde la injusticia o el daño que hacemos. El hábito de la paciencia es muy útil para ayudarnos a ser considerados con los demás.

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