Como es ya tradición, una vez mas se ofreció transporte gratuito el día de las elecciones. Cuando aún no tenía edad para votar, era la oportunidad para ir a dar vueltas gratis por la ciudad. Era común la reunión con amigos y nos aventurábamos a explorar la capital del país.
Claro que era una época en la que si bien ya habían asaltos esporádicos en los buses, estos se daban en horas y lugares muy específicos que todos sabíamos y que por consiguiente evitábamos. Cuando al fin participé en mis primeras elecciones, nuevamente el transporte gratis me llevó y trajo a mi centro de votación, dándole por fin, el uso adecuado al servicio gratuito.
Con el paso del tiempo, llegaron las computadoras y la tecnología al Tribunal Supremo Electoral y en algún momento pensaron que sería buena idea que los centros de votación estuvieran mas cercanos a donde viven las personas. De tal suerte, ya no tuve necesidad del transporte público gratuito, porque el mas lejano estaba a menos de siete calles. Y así con casi toda la población que vive en la Ciudad de Guatemala.
Sin embargo el transporte gratuito se sigue ofreciendo, aunque prácticamente ya no es necesario para nadie. Ahora que escucho de nuevo lo mismo, me puse a pensar en ¿quien paga este servicio gratuito?, porque todos sabemos que no hay nada gratis, alguien tiene que pagarlo.