En alguna parte había un campesino que tenía una inmensa extensión de terreno. Vivía de lo que éste le producía. Como tú sabes, los ciclos de la agricultura a veces dan y otras quitan. El campesino de nuestra historia tuvo muchos problemas para subsistir. Desilusionado, pensó en vender sus terrenos e irse a la ciudad.
Un pariente que había tenido la oportunidad de trabajar en el campo petrolero le sugirió que esperara pues él tenía el presentimiento de que en esa tierra había petróleo, porque era muy similar a lo que él había conocido. Llevó a los técnicos, quienes empezaron a indagar y, para sorpresa del campesino, pocos días después habían hallado una gigantesca mina petrolera que lo hizo muy rico.
La pregunta es: ¿El campesino se hizo rico de la noche a la mañana? O ¿el campesino ya era rico y él no lo sabía?
Estoy seguro que respondiste «El campesino ya era rico y no lo sabía». Es cierto. Es lo mismo que te pasa a ti o me pasa a mí; somos propietarios de una enorme mina: la vida que Dios nos regaló, los dones con que nos bendijo para ser bendición.
¿Acaso vas a dejar semejante riqueza enterrada?