Hubo una época en que todo era más fácil. Tu mamá decidía qué ropa te ponías. Te peinaba. Te cuidaba. Y cuando tenías hambre, sólo llorabas.
Ibas a ser abogado… O tal vez ingeniero.
Pero un día, sin que te dieras cuenta, creciste. Y aprendiste a decir que no. No te conformaste. Empezaste a tomar tus propias decisiones. Y sentiste que querías cometer tus propios errores.
Entonces tomaste el camino más difícil. El que no estaba hecho.
Te dedicaste a lo que realmente querías. Te animaste a ser distinto. Escuchaste esa voz que te salía de adentro. Y por primera vez sentiste que podías.
Era tu lucha. Tu convicción. Y sin dudarlo arriesgaste todo lo que tenías.
Porque en el fondo, sabías que había algo mucho peor que fracasar: ¡El no haberlo intentado!