Alivia el latido de mi corazón mediante la quietud de mi mente.
Dame, en medio de la confusión de mi día, la calma de los cerros eternos.
Atenúa la tensión de mis nervios y músculos, con la música suavizadora de las corrientes cantarinas que viven en mi memoria.
Ayúdame a conocer el poder restaurador del sueño y Tu presencia.
Enséñame el arte de tomar vacaciones de un minuto, detenerme para mirar una flor, conversar con un amigo, acariciar un gato, leer unas pocas líneas de un buen libro.
Recuérdame cada día la fábula de la liebre y la tortuga para que pueda saber que la carrera no siempre la gana el más veloz, para tener presente que la vida es más que aumentar la velocidad.
Haz que mire hacia arriba a las ramas del imponente roble y que sepa que creció grande y fuerte, porque creció lentamente y bien, guiado por Tu tiempo y dirección.
Haz lento mi paso… e inspírame para que envíe mis raíces profundamente en el suelo de los valores perdurables de la vida para que pueda crecer hacia la felicidad en la tierra, preámbulo de la que tendré en el Cielo.
En este mundo agitado, recordemos quién es la paz en medio de la tormenta y la quietud en medio del bullicio.
Si las ocupaciones te impiden orar, estás más ocupado de lo que te conviene.
Madre Teresa de Calcuta