El eterno optimista

Hemos tenido la suerte de tener tres hijos varones. Cada uno de ellos nos aportó un gozo especial, cada uno con su personalidad propia. Pero a Billy, el segundo, lo apodamos cariñosamente «el eterno optimista». Nos gustaría poder atribuirnos el mérito de esa actitud, pero es algo que trajo al nacer.

Por ejemplo: siempre se levantaba temprano, a las cinco de la mañana, y se metía en nuestra cama. Nosotros le recomendábamos que se quedara quieto y siguiera durmiendo. Entonces él se tendía de espaldas, diciendo en un falsete susurrante: «Vamos a tener una linda mañana. Los pájaros están cantando.» Cuando le pedíamos que no nos hablara, replicaba: «No estoy hablando con ustedes. Hablo conmigo.»

En el jardín de infantes le pidieron que dibujara un tigre. Ahora bien: si el optimismo es el punto fuerte de Billy, no se puede decir lo mismo de las artes plásticas. Su tigre salió con la cabeza torcida y un ojo que parecía cerrado. Cuando la maestra le preguntó por qué el tigre tenía un ojo cerrado, él respondió: «Porque está diciendo: ¡Te estoy mirando, nene!»

A los cinco años se trabó en discusión con su hermano mayor: La cuestión era si un hombre que salía por televisión era calvo o no. Billy dijo: «No es calvo. Es como papá. Sólo es calvo cuando viene, pero cuando se va tiene mucho pelo.»

Estos recuerdos y muchísimos más condujeron al colmo del optimismo. Un martes, Tanner, nuestro hijo menor, sufrió un síndrome de uremia hemolítica y falleció al domingo siguiente. Por entonces Billy tenía siete años. Por lo general, después de acostar a Billy yo me quedaba un rato tendida a su lado para conversar de lo sucedido en el día. La noche después de los funerales permanecimos callados en la oscuridad; no había mucho que decir. De pronto Billy dijo: «Lo lamento por nosotros, pero casi lo lamento más por toda la otra gente.» Le pregunté a quiénes se refería y él explicó: «La gente que no conoció a Tanner. Nosotros tuvimos la suerte de tenerlo en casa por veinte meses. Piensa en todos los que no pudieron conocerlo. Realmente, hemos tenido muchísima suerte.»

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