En cierta ciudad había un juez que había sido frecuentemente ridiculizado por un engreído abogado.
Cuando fue preguntado por un amigo por qué no censuraba a su agresor, contestó: «En nuestra ciudad vive una viuda que tiene un perro. Siempre que la luna brilla, el perro sale fuera y ladra toda la noche.» Habiendo dicho esto, el magistrado cambió la conversación a otro tema.
Finalmente, alguien le preguntó: «Pero, señor juez, ¿qué pasa con el perro y la luna?»
«Oh» -respondió- «simplemente, la luna sigue brillando».