El primer cuerpo desenterrado cuando los excavadores empezaron a trabajar en las ruinas de la antigua ciudad de Pompeya, fue el de un hombre que amasaba fuertemente un puñado de monedas de oro en la mano.
Se cree que sucedió lo siguiente: Después que el terremoto azotó la ciudad, este hombre estaba ocupado saqueando a las victimas. Repentinamente, sin previo aviso, el Vesubio cubrió las ruinas con gases mortíferos y lava ardiente. El hombre murió, y su cuerpo quedó conservado bajo siete metros de cenizas, con las monedas todavía en la mano.
Es típico de todos aquellos que se encuentran preocupados en amontonar ganancias materiales, honradamente o no, que en su carrera desenfrenada no observan las señales del fin que se avecina.