Discutir

El maestro no discutía con nadie, porque sabía que lo que el discutidor buscaba era la confirmación de sus creencias, no la Verdad.

Y en cierta ocasión mostró del siguiente modo el valor que tiene una discusión:

– Cuando cae al suelo una rebanada de pan, ¿dónde queda el lado untado de mantequilla: arriba o abajo?

– Abajo, naturalmente.

– No, señor; arriba. Hagamos la prueba.

Se untó de mantequilla por un lado a una rebanada de pan, se arrojó al aire… y cayó con la mantequilla hacia arriba.

– ¡He ganado!

– Porque he cometido un error: evidentemente, he untado el lado equivocado.

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