Estamos iniciando el mes de Navidad, bastante rápido como todos los años. Sin embargo, ya en la calle se comienza a ver cómo las personas empiezan a correr y a preocuparse por comprar regalos, salir a vacaciones, terminar las lecciones o ir a las fiestas de la época. Es raro cómo muy pocos piensan en recordar cómo Dios inició su promesa de salvar al mundo enviando a su Hijo Único a nacer humildemente.
Cada uno de nosotros puede salvar la Navidad. Salvarla del consumismo, la indiferencia, el despilfarro y la gula. Podemos salvar la Navidad enseñando a nuestros hijos que Navidad no es tomarse fotos con un hombre vestido de rojo, sino recordar el nacimiento de quien dio su sangre para salvarnos. Podemos salvar la Navidad de las desilusiones y tristezas por «no tener dinero» sabiendo que lo que verdaderamente importa es que Cristo nazca en nuestros corazones, y que es en los hogares más humildes donde Él nacerá.
No importa que compremos, no importa que compartamos lo social. Lo que verdaderamente destruye la Navidad es cuando olvidamos lo que verdaderamente significa, cuando tomamos en cuenta todo menos el verdadero y único ideal de la Navidad: Cristo que nace para Salvarnos.
¡Salva la Navidad!
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