Benjamín Franklin quería que Filadelfia se iluminara. Creía que iluminando las calles de la ciudad no sólo mejoraría la estética, sino que las haría más seguras. Pero no trató de persuadir a los habitantes de Filadelfia hablando con ellos. En cambio, colgó una hermosa lámpara en el frente de su puerta. Mantuvo la lámpara bien lustrada, y con mucho cuidado y confianza la encendía cada noche justo antes del anochecer. La gente que paseaba por la calle oscura veía la lámpara de Franklin desde lejos.
Encontraban su resplandor bello y agradable además de útil, pues les guiaba en el camino. Muy pronto los vecinos de Franklin comenzaron a colgar lámparas en los frentes de sus casas. Luego de un tiempo, la ciudad estaba ya por completo iluminada, y más personas comenzaron a apreciar la belleza y el valor de la brillante idea de Franklin. Iluminar las calles creó una ciudad grande, importante y muy brillante.
Así como Franklin se convirtió en el centro de iluminación de su ciudad, nuestras acciones pueden ser linternas para nuestras familias, vecinos, compañeros de trabajo, amigos, etc. Lo que ellos vean, lo copiarán. Y cuando vean la luz se sentirán inspirados para encender sus propias velas.