En soledad, pero no solo

La breve nota que me envió decía mucho.

– Soy una persona incapacitada en una silla de ruedas -escribió-. Me siento sola, a pesar de que sé que nunca estoy sola. Dios siempre está presente. No tengo mucha gente con quien hablar.

La palabra soledad ha sido considerada la más desolada del idioma. No respeta edad, raza, condición económica ni inteligencia.

Albert Einstein dijo: «Es extraño ser conocido universalmente, y al mismo tiempo sentirse solo.»

Dios nos hizo para la intimidad y la compañía con otras personas. Incluso antes que el pecado entrara en el mundo, declaró que no era bueno que el hombre estuviera solo (Génesis 2:18). Es por eso que mucha gente a menudo se siente tan vacía por dentro.

Jesús también conoció la soledad. Seguro que la sintió cuando sus discípulos lo abandonaron (Marcos 14:50). Sin embargo, la presencia del Padre lo compensó de más. Jesús dijo: «No estoy solo, porque el Padre está conmigo» (Juan 16:32). Esa intimidad con el Señor está disponible a todos los que ponen su confianza en Él y en su Palabra.

Podemos disminuir nuestra sensación de soledad acercándonos a los demás. Pero incluso más importante es que debemos acercarnos al Señor. Él siempre está con nosotros, y desea que tengamos comunión con Él durante todo el día.

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