Una anciana era amiga de una joven casada, cuya suegra sospechaba que ella había robado un trozo de carne y por eso quería echarla de casa. La muchacha, desesperada, fue a lamentarse a la vieja.
– ¿Dónde puedes ir? -decía esta última-. Voy a conseguir que tu suegra te llame.
Entonces se presentó en casa de la joven con un haz de paja.
– Mis perros están peleando por un pedazo de carne -dijo-. Así es que quiero lumbre para encender un fuego para darles golpes.
Tan pronto como la suegra oyó esto, mandó llamar a su nuera.
Esta anciana no estaba dotada de elocuencia, y el tomar un haz de paja para pedir lumbre no es la manera corriente de producir una reconciliación; pero cuando se produce como es debido, se logran buenos resultados.