Los pozos y los grandes hombres

Extraños pozos aparecieron esa mañana en todos los pueblos y ciudades del mundo; eran muchos y daban miedo ¿qué extraño animal había salido de esos profundos huecos en la tierra que parecían no tener fin?

La gente, muy alarmada, se reunió en las calles; cerraron los negocios, las fábricas, los aeropuertos, todos sentían miedo y querían saber la verdad. Los medios de comunicación daban información a cada instante para transmitir tranquilidad, pero todo era un caos.

Entonces alguien vio, con mucha sorpresa, que entre la muchedumbre caminaba un gran patriota y era sorprendente porque aquel gran hombre había fallecido hacía mucho tiempo. Y en todas partes empezaron a reconocerlos, grandes hombres y mujeres de todas las épocas estaban de regreso.

Nadie entendía nada hasta que el presidente de un país poderoso llamó a uno de ellos y le preguntó a qué habían venido y qué eran esos pozos tan temidos.

El patriota contestó:

«Todos los que trabajamos por un mundo digno de vivir, todos los que luchamos por las futuras generaciones, vemos con mucha pena cómo el poder y la corrupción han destruido los valores. Los traficantes son señores, los niños están tristes, los pueblos tienen hambre, el hombre se mata en guerras inútiles.»

«Al ver tanta destrucción salimos de nuestro descanso en la tierra y volvimos para trabajar como antes, queremos poner al mundo en marcha, con libertad, trabajo y educación, queremos hacer un mundo donde los niños sean los más respetados, pero eso sí, todo esto tiene un precio: aquellos que no merezcan vivir entre nosotros desaparecerán en los pozos por los que hemos vuelto a la vida.»

Y como si una voz sublime les hubiera avisado, todos los hombres del mundo, sin distinción de razas ni religiones, juntos y enarbolando una bandera blanca, gritaron: ¡Sí!

Misteriosamente los pozos se fueron cerrando, llevándose a los corruptos, los dictadores, los hacedores de guerras, los narcotraficantes y el planeta se fue cubriendo otra vez de trabajo, igualdad, libertad y amor.

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