Cultiva las palabras bondadosas

Una palabra bondadosa tiene el poder divino de calmar las tempestades del odio y de la lucha, y «de cambiar a simples mortales en ángeles visibles».

El padre Faber dice: «¡El poder de las palabras bondadosas! En verdad, difícilmente hay en la tierra igual poder. Pueden realizar lo que sólo Dios puede hacer; es decir, suavizar los duros y coléricos corazones de los hombres.»

La bondad, para ser perfecta y duradera, debe cultivarse, hacerse a semejanza del Divino Modelo: Jesucristo. La semejanza con Dios, sin la dulzura y delicadeza de la bondad, es simplemente inconcebible.

La bondad y la felicidad van siempre juntas, son como hermanos siameses, como dos lados de una misma moneda.

Por medio de la bondad, un hombre avanza rápidamente, se aproxima y aún alcanza al bondadoso y amoroso Cristo.

La recompensa a las palabras bondadosas es inmediata y noble, pues causan felicidad visible en los demás, y felicidad perdurable en nosotros mismos.

La bondad es provechosa, es la llave que abre todos los corazones.

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