La cera y el papel

Un maestro en la metáfora cuenta que un día la cera se quejaba:

– ¡Esto es increíble! -dijo la cera mientras la llama la hacía caer derretida sobre el papel que había dejado.

– No te preocupes -le dijo el papel-, estoy seguro que todo te va a salir bien.

– ¡Jamás había sufrido tanto como ahora! -exclamó la cera mientras seguía goteando.

– Esto no ocurre por casualidad, hay un buen designio tras todo, y ya verás que va a tener un buen fin -replicó el papel.

La cera no pudo responder de inmediato, pero cuando miró hacia arriba tenía una hermosa impresión en el rostro: el sello que se le había aplicado.

– ¡Ah, ahora entiendo! -dijo la cera-. Me derritieron para que pudiera recibir esta hermosa y duradera impresión.

Sus sufrimientos ya habían terminado.

Debemos ir a la gloria por el camino de la Doliente Cruz; y como nunca se nos prometió que volaríamos al Cielo en una cama de plumas, no debemos desalentarnos cuando veamos que el camino se nos presenta áspero, tal como nuestros padres lo transitaron antes que nosotros. Aremos los más duros suelos poniendo la mirada en las gavillas de la cosecha, y aprendiendo a cantar en nuestro trabajo mientras otros murmullan.

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