Los monjes

Había dos monjes que buscaban la perfección. Cierto día, el obispo de la ciudad fue a visitarlos al eremitorio. Al llegar, vio a uno de ellos que vestía pobremente, comía mal y se sacrificaba continuamente, por eso estaba muy delgado; pero interiormente se consideraba un hombre virtuoso. El obispo quedó impresionado ante tanta austeridad.

Después fue a visitar a su compañero. Era este un hombre gordo que comía mucho, porque, según decía, pasaba excesiva hambre; no obstante, pensaba estar muy lejos de la perfección. Al obispo le pareció que esa no era forma de vida adecuada para un asceta y le reprendió por sus malas costumbres.

Al cabo de algunos años, los dos frailes murieron. Delante de Dios, el primero presentó su vida austera y penitente, y el Señor le premió con generosidad. Sin embargo, el otro se mostró avergonzado, porque su vida no era como la de los antiguos ascetas del desierto, y sintió cierto temor de la justicia divina. Entonces, Dios le asignó un lugar de mayor privilegio que a su hermano de religión.

Cuando le llegó el momento al obispo de la ciudad, Dios le recordó que nadie sería juzgado por la apariencia, sino sobre el fondo de su corazón.

José Alcázar Godoy

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