Reflexiones de Cuaresma día 28

Oración inicial

Señor mío, Jesucristo, creo firmemente que estás aquí; en estos pocos minutos de oración que empiezo ahora quiero pedirte y agradecerte. Pedirte la gracia de darme más cuenta de que Tú vives, me escuchas y me amas; tanto, que has querido morir libremente por mí en la cruz y renovar cada día en la Misa ese sacrificio. Y agradecerte con obras lo mucho que me amas: ¡Tuyo soy, para ti nací ! ¿qué quieres, Señor, de mí?

Día 28

Apostolado. ¿Cuántos amigos has acercado a Dios este mes? ¿Y este año? ¿Y el año pasado? ¿Y en toda tu vida?

Mucha gente se piensa que ayudar a otras personas a ser mejores cristianos es tarea de sacerdotes y religiosos. ¡Nada más falso! Antes de subir a los cielos, Jesús dijo que debíamos ser testigos suyos hasta los últimos confines de la tierra. Ser testigos suyos significa hablar de Dios a nuestros amigos, invitarles a ir a Misa para recibir al Señor, preocuparnos y ocuparnos de su salud espiritual, animarles a ser mejores cristianos en cosas concretas, ayudarles a confesarse con frecuencia, rezar algo con ellos, y un larguísimo etcétera.

Puedes hablar ahora con Jesús de 3 amigos tuyos, pedirle por ellos, y ver qué puedes hacer por ayudarles para que se acerquen a Dios.

Oración final

No me mueve, mi Dios, para quererte el cielo que me tienes prometido, ni me mueve el infierno tan temido para dejar por eso de ofenderte. Tú me mueves, Señor; muéveme el verte clavado en la Cruz y escarnecido. Muéveme ver tu cuerpo tan herido muévenme tus afrentas y tu muerte.

Muéveme, en fin, tu amor, de tal manera, que aunque no hubiera cielo, yo te amara, y aunque no hubiera infierno, te temiera. No me tienes que dar porque te quiera; pues aunque lo que espero no esperara, lo mismo que te quiero te quisiera.

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Texto del P. José Pedro Manglano Castellary tomado del Web Católico de Javier

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