Los Misterios Dolorosos los rezamos los Martes y Viernes.
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Dios mío, ven en mi auxilio. Señor, date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, Gloria al Hijo y Gloria al Espíritu Santo, Amén.
Primer Misterio Doloroso. La Agonía de Jesús en el Huerto.
Salió y fue, según su costumbre, al monte de los Olivos. Sus discípulos lo acompañaban. Cuando llegó al lugar, les dijo: «Orad para no caer en la tentación». Él se apartó de ellos como un tiro de piedra, se arrodilló y se puso a orar, diciendo: «Padre, si quieres, aleja de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya». Y se le apareció un ángel del cielo reconfortándolo. Entró en agonía, y oraba más intensamente; sudaba como gotas de sangre, que corrían por el suelo. (Lc 22,39-44)
La Oración del Señor. Jesús quiere preparar el momento de su entrega total para salvar al hombre, y lo hace rezando, elevando su mente y su corazón al Padre. Es un diálogo lleno de abandono, y de confianza, sabiendo poner todo en sus manos.
Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas, especialmente a las más necesitadas de tu misericordia.
Segundo Misterio Doloroso. La Flagelación del Señor.
Entonces Pilato mandó azotar a Jesús. (Jn 19,1)
La entrega exige sacrificio. Jesús es azotado sin compasión, y no se queja. Nosotros también nos encontraremos, de una forma u otra, con dificultades y contradicciones, que nos golpearán por fuera o por dentro. ¿Qué actitud podemos tomar? ¿La rebeldía? ¿El reproche a Dios?.
Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas, especialmente a las más necesitadas de tu misericordia.
Tercer Misterio Doloroso. La Coronación de espinas.
Los soldados trenzaron una corona de espinas, se la pusieron en la cabeza, le vistieron un manto de púrpura; se acercaban a él y le decían: «¡Viva el rey de los judíos!» Y le daban bofetadas. (Jn 19,2-3)
Un reinado de amor. Aquellos hombres, que no se dan cuenta de que tienen delante al Hijo de Dios, siguen su burla, y lo coronan de espinas. Sin embargo allí, delante de ellos, humilde, respetando hasta ese extremo su libertad, el Rey de cielos y tierra les deja hacer. ¿Dónde está el verdadero reinado? ¿En el triunfo humano, en las alabanzas?.
Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas, especialmente a las más necesitadas de tu misericordia.
Cuarto Misterio Doloroso. Jesús con la Cruz a cuestas.
Jesús quedó en manos de los judíos y, cargado con la cruz, salió hacia el lugar llamado «la calavera», en hebreo «Gólgota», donde lo crucificaron.
La cruz que Tú me mandes. Jesús carga con la cruz, una cruz que no es suya, porque es la cruz de nuestros silencios, de nuestros desprecios, de nuestros pecados. Y la lleva para que la nuestra sea menos pesada. Nos encontramos con la cruz y la rechazamos, a veces con arrogancia, sin darnos cuenta de que Jesús la ha santificado, y quiere que sea nuestra santificación.
Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas, especialmente a las más necesitadas de tu misericordia.
Quinto Misterio Doloroso. La Crucifixión y Muerte de Nuestro Señor.
Después de esto, Jesús, sabiendo que todo se había consumado, para que se cumpliera la Escritura, dijo: «Tengo sed». Había allí un vaso lleno de vinagre; empaparon una esponja en el vinagre, la pusieron en una caña y se la acercaron a la boca. Cuando Jesús lo probó, dijo: «Todo está cumplido». E, inclinando la cabeza, expiró. (Jn 19,28-30)
Gratitud ante la redención. En el monte Calvario crucifican a Jesús, como un malhechor, como un bandido. Es el precio de nuestra redención. Abre sus brazos y quiere estrechar con ellos a todos los hombres, para decirles hasta dónde llega el amor de Dios.
Oh Jesús mío, perdona nuestros pecados, líbranos del fuego del infierno, lleva al cielo a todas las almas, especialmente a las más necesitadas de tu misericordia.
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
El Santo Rosario: Misterios Dolororsos