El Dios de Anna

– ¿Tú crees en Dios?

– Sí.

– ¿Y sabes quién es Dios?

– Sí.

– Bueno, ¿quién es Dios?

– ¡Es Dios!

– ¿Vas a la iglesia?

– No.

– ¿Por qué no?

– ¡Porque ya sé todo lo que hay que saber!

– ¿Qué es lo que sabes?

– Sé amar al Señor Dios y a la gente, a los gatos y a los perros, a las arañas, a las flores y a los árboles… -la enumeración seguía y seguía- con todo mi corazón.

Así respondía Anna al párroco del barrio cuando le preguntaba por Dios.

Si el Dios del que habla y vive Anna estuviera en nuestras vidas, nuestro mundo sería distinto. Descubriríamos un mundo fascinante en el que dos más tres no siempre son cinco, en el que el dos no es más que un cinco visto al revés, en el que un espejo muestra la parte de afuera de las cosas, lo que a menudo nada tiene que ver con lo que hay dentro de cada persona. Conociendo al Señor de Anna, nos daríamos cuenta de que lo único verdaderamente importante es aprender a amar y vivir de esa lección aprendida.

Padre Eusebio Gómez Navarro OCD

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