El tener padres virtuosos y temerosos de Dios me bastara, si yo no fuera tan ruin, con lo que el Señor me favorecía, para ser buena.
Era mi padre aficionado a leer buenos libros y así los tenía de romance para que leyesen sus hijos. Esto, con el cuidado que mi madre tenía de hacernos rezar y ponernos en ser devotos de nuestra Señora y de algunos santos, comenzó a despertarme de edad, a mi parecer, de seis o siete años.
Ayudábame no ver en mis padres favor sino para la virtud. Tenían muchas.
Del libro «Libro de la Vida», de Santa Teresa de Ávila
Pepe, saludos, que bonito mensaje, una parte de lo que somos es gracias a nuestros Padres, jamás tenemos que olvidarnos ellos.
Hola Susanne, tienes toda la razón, es bueno tomar siempre lo positivo de las personas y desechar lo negativo.
Que tengas un buen día 😉