Cuentan que una madre, para salvar a su hijo, entró en un edificio en llamas. Logró salvarlo, pero a costa de perder la belleza de su rostro que las llamas abrazaron. Años adelante, el hijo, con toda la inocencia y sinceridad de un niño, preguntó a su madre:
– «Madre, ¿por qué eres tan fea?»
– «Hijo… nunca te lo había dicho, pero me lo preguntas… Yo era la mujer más guapa de nuestro pueblo, pero por salvarte sufrí en la cara terribles quemaduras.»
– «Madre, ahora sí que eres guapa.»
Y es que no hay belleza comparable a la hermosura del amor casado con el sacrificio y el dolor.
muy bonito