Cierra los ojos y verás

Clovio, que era amigo, maestro, protector y compatriota de Doménicos Theotocópuli, el famoso pintor mejor conocido como «El Greco», cuenta que un día fue a buscarle a su estudio veneciano para pasear por la ciudad.

Era un espléndido día de primavera donde el sol hacía estallar en el aire los colores de los gallardetes y el vuelo sensual de las palomas de San Marcos. Pero he aquí que al entrar en el estudio del cretense, le pareció vacío pues estaba a oscuras y en silencio; sin embargo, en un rincón encontró al artista meditando, junto a las ventanas que mantenía cerradas a cal y canto y tapándose los ojos con la palma de la mano.

Cuenta Clovio que al preguntarle qué hacía ahí, en tinieblas, cuando toda Venecia resplandecía de luz, el Greco le contestó «Mi luz está dentro de mí».

Dice Clovio que «la luz del día turbaba su luz interior».

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