No profane jamás el verdugo…

No profane jamás el verdugo, ni haya esclavos que laman el yugo…

Hoy no me siento con ganas de celebrar la independencia, quizá cuando ya no existan muertes extrajudiciales en el país, quizá cuando las oportunidades sean iguales para todos, quizá cuando la desigualdad no sea producto de la opresión, quizá cuando los pobres existan solo porque ellos no quieren trabajar y no porque aunque quieren, no hay donde trabajar.

Y después de una larga lista de quizás, entonces sea el primero en salir a las calles con bombos y platillos a celebrar la vida, la paz y la prosperidad.

A pesar de haber estudiado en un colegio eminentemente marchista, donde los ensayos de las bandas, porque habían varias bandas, se iniciaban a la par del ciclo escolar y en muchas ocasiones terminaba después del mismo. A pesar de que el colegio, tiene una muuuuy larga tradición de premios y premios de primeros lugares en cientos de concursos, desde los ya lejanos Concursos de Órden Cerrado, donde se desfilaba con fusiles, bajo el inexorable ojo vigilante de los Comandantes y Generales que calificaban a los alumnos y donde era todo un honor y motivo de orgullo el que un colegio civil, le ganara a las academias militares.

Muchas historias y leyendas escuché a lo largo de mi vida estudiantil, donde desde primero primaria se empezaba a ser adoctrinado para pensar en el 15, como era llamado al magno desfile, donde por las calles del centro histórico, se marchaba a ritmo militar, junto a un centenar de colegios, escuelas e institutos que hacían lo propio, donde los miles de estudiantes ahí concentrados, daban sus mejores galas por demostrar que eran los mejores, donde al final del desfile, concurso, certamen, una vez mas el colegio era el ganador, donde alumnos y ex alumnos se agolpaban en la puerta, para obtener el mejor lugar, al cantar a todo pulmón el himno al colegio.

Nunca en los doce años que estudié ahí, comprendí cual era la gana o la verdadera intención de la «somatadera de botes», como siempre he llamado a esta práctica «cívico – militar», que de todas las cosas sin sentido que se hacen en Guatemala, esta es para mi, una de las peores.

En fin, claro que estudiar en este tipo de colegios y ser el que piensa diferente, es algo que no siempre es muy bien visto por el sistema, ser el que cuestiona la tradición ancestral, como era llamada esta actividad, tenía su precio, o ser el que además de no compartir esa línea de pensamiento, era de los que expresaba la propia, pues no es exactamente motivo de popularidad.

Lo que al final cuenta es que sigo sin entender el motivo del desfile del 15, sigo sin entender la gran pérdida de tiempo en el sector educativo del país, como si la calidad educativa fuera tan buena, que nos podemos dar el lujo de perder algo tan valioso e irrecuperable como lo es el tiempo.

Todo mundo se queja de los subdesarrollados y tercermundistas que somos, pero mientras Japón está probando y haciendo experimentos para montar una planta de energía solar vía satélite, es decir, quieren capturar la energía en el espacio exterior por medio de satélites y luego mandarla a la tierra, a Japón claro, pues mientras los Nipones están haciendo eso, acá en Guatemala le damos premios a los que mas fuerte somatan los tambores, que los papás se han endeudado mas para poder comprar.

Así que el consejo es: ahorren todo lo que puedan, porque pronto estaremos comprando electricidad que los japoneses nos estarán mandando desde el espacio, pero eso si, al ritmo de la somatadera de botes.

3 thoughts on “No profane jamás el verdugo…

  1. Siempre admiré a los que marchaban y veía que se divertían tanto, hasta que atraída por este entretenimiento «patriótico» y al ver lo que mi hermano marchaba, pedí que me inscribieran en ese colegio que era famoso en los desfiles. La experiencia fue traumática: el aspecto curricular se descuidaba por completo por las prácticas de marcha y durante ellas, los más grandes y «experimentados» de los últimos años, nos gritaban y hasta nos pegaban con una regla, si nos desalineábamos o perdíamos el paso. Ya no marché ese año, porque algunos tuvimos un accidente por el descuido de los maestros, y yo me golpeé la rodilla. Me tocaba en el cuadro de honor…me sentí triste un rato, pero luego vi que no había aprendido gran cosa y pedí a mis padres que me cambiaran de colegio. Me pasaron a uno donde no desfilaban, pero la excelencia académica era para campeonatos mundiales. Un abrazo.

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