Un día le preguntaron al apóstol de los esquimales, P. Segundo Llorente: «¿Qué hizo usted en sus cuarenta años en Alaska?». La pregunta estaba hecha en un tono que evocaba el «¿para qué perdió usted tanto tiempo allí?».
El P. Llorente respondió: «Estuve cuarenta años enseñando a los esquimales a hacer la señal de la cruz. Y con eso me doy por contento.»