Un pobre caminaba por la ruta imperial. De repente vio que venía el emperador y se detuvo. El emperador le tocó con un dedo la bolsa de la limosna y todo se convirtió en oro. El pobre, loco de alegría, le pidió que le tocara un ojo, del cual no veía, y el pobre recobró la vista. Le tocó los dientes perdidos, y los recobró, relucientes de oro.
Mientras el emperador se iba, el pobre le pidió:
– ¿Podrías darme, señor, una cosa, sólo una pequeña cosa?
– A ver, decidme, ¿qué más queréis ya?
– Señor, el dedo.
Yo también quiero el dedito wujuuu.
…:O y las notitas ?¿?…
Hola Andreíta ya están de vuelta 😉 las estaba actualizando, que tengas una buena semana 🙄