La familia del fundador

Una vez se reunió en asamblea un grupo de hermanos, muy preocupados porque su fundador estaba muriendo y deseaban saber qué debían observar. Entonces decidieron preguntarle a él.

Uno dijo: «Guardaremos fielmente todas y cada una de tus palabras, porque entonces no perderemos nada de cuanto nos enseñaste». Todos asintieron, convencidos de que era el mejor modo de asegurar que la fraternidad perdurase por los siglos con el pensamiento del fundador, mas el fundador permaneció en silencio.

Otro preguntó: «Creceremos y mostraremos al mundo la grandeza de nuestra misión, y así enriqueceremos a la Iglesia y será ingente el bien». También los hermanos estuvieron satisfechos y deseosos de llegar a todos los rincones del mundo, pero el fundador continuó en silencio.

Y así, unos y otros aportaron sus ideas para mantener un espíritu querido por Dios. Pero antes de terminar la asamblea, el enfermero, el menor de todos, dijo: «Falto yo por hablar. Pero como no tengo palabras brillantes y apenas sé hacer nada importante, te digo, padre, antes de que nos dejes: te quise, y me otorgaste tu sabiduría; te obedecí, y recibí comprensión; te cuidé, y comprobé tu grandeza; y así, padre, ahora soy otro tú, y tú eres otro yo».

Entonces, el fundador, antes de morir, abrió sus labios y exclamó: «Muero consolado gracias al menor de mis hijos, porque él perpetuará mi espíritu».

Padre José Alcázar Godoy

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