Algo por que vivir

No hace mucho tiempo, en Bereilly, una mujer de 35 años de edad su suicidó. Para aquellos que no la conocían íntimamente parecía tener todo lo que se puede desear en la vida: comodidad, posición social y demás. Sin embargo, a menudo se quejaba de la soledad que había sentido en su infancia y que la había seguido durante toda su vida. Poco antes de su muerte hablaba del vacío de su existencia y de la «terrible confusión» que era su vida.

Debemos abrir nuestros corazones a personas como esta. En muchos casos habrían tenido una perspectiva más sana y normal si alguien hubiera mostrado un poco de interés en ellas. Pero abandonadas a sí mismas, acostumbradas a concentrarse en su propio yo, las cualidades que Dios les dio nunca llegan a desarrollarse.

Sin un escape adecuado, se posesiona de ellas el estancamiento y la ruina; la energía reprimida se desgobierna y el resultado inevitable es una «explosión». Se podrían evitar muchas tragedias humanas con un poco de solicitud y consideración de nuestra parte.

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