Afligido por la gracia

En su libro The Divine Intruder [El divino intruso], James Edwards presenta al profeta Jonás como un hombre que se afligió por la gracia de Dios. Dios había dicho a Jonás que predicara el arrepentimiento al pueblo de Nínive. Sin embargo, él creía que la malvada ciudad merecía ser destruida por su brutalidad y crueldad, no perdonada.

Después de un inútil intento de salir huyendo de Dios, Jonás finalmente obedeció y proclamó juicio sobre Nínive. Entonces sucedió lo inconcebible: el pueblo se arrepintió.

Muy enojado, Jonás expresó su frustración al Señor: «… Por eso me apresuré a huir a Tarsis; porque sabía yo que tú eres Dios clemente y piadoso, tardo en enojarte, y de grande misericordia, y que te arrepientes del mal» (Jonás 4:2).

Igual que Jonás, puede que creamos que algunas personas merecen el juicio de Dios, no su perdón. Por lo que nos han hecho a nosotros o a los que amamos, no podemos esperar nada más que lo peor para ellos. Sin embargo, James Edwards nos recuerda que la historia de Jonás a la larga nos señala con el dedo. Él pregunta: «¿Vamos a atar a Dios con nuestros juicios o lo vamos a liberar para que transforme a nuestros enemigos -e incluso a nosotros- por gracia?»

Dios nos llama a que nos acerquemos a las personas que hay en nuestra vida a quienes Él anhela mostrarle su amor y misericordia.

Cuando Dios deje de ser misericordioso contigo,
entonces puedes dejar de ser misericordioso con los demás.
Rodolfo Murua

Deja un comentario