Nunca te des por vencido

En la época de la fiebre de oro, un individuo de nombre Derby descubrió una mina y se dispuso a trabajar en ella a pico y pala durante algunos meses.

Al cabo de un tiempo se dio cuenta que no era la forma correcta de trabajar. Protegió la entrada y se dispuso a reunirse con sus familiares en el lejano Oeste.

Una vez en su hogar, les comunicó a sus parientes su descubrimiento. Les hizo saber que operando la mina con maquinaria adecuada, podrían obtener mucho oro. Los familiares y amigos de Derby se animaron y pusieron en sus manos el dinero necesario para explotar la mina.

El trabajo empezó y, tal como se previó, empezaron a obtener oro en grandes cantidades. El júbilo de Derby era enorme. Empezó a pagar el terreno y la maquinaria y varias cuentas pendientes que arrastraba en su operación.

Cuando Derby se preparaba a recibir el oro de la mina y había pagado todas sus deudas, esta dejó de producir. Derby se desalentó y días después malbarató la mina y la maquinaria.

El comprador de la mina se mostró incrédulo ante el hecho. Contrató un especialista en minas para obtener una información técnica. El informe del técnico indicó que a un metro de donde había dejado de excavar Derby, se encontraba una segunda veta del metal dorado.

Para terminar, conviene informar que el comprador de la mina se hizo rico con la explotación. Derby casi pierde la razón cuando supo del hallazgo de la segunda veta.

A muchas personas les sucede algo similar. Proyectan algo, se entregan al trabajo, y cuando enfrentan algún problema, abandonan todo. Posiblemente, el ansiado éxito sólo se encuentra a un metro de distancia de donde pararon.

La diferencia entre un triunfador y un perdedor no es muy grande. En el deporte es cuestión de décimas de segundo. Tal vez la mayor diferencia exista en que el ganador no se da por vencido ante los retos que la competencia le ofrece.

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