En uno de nuestros viajes a Texarkana, Arkansas, para ver a mi hija y su familia, conducíamos en medio de algunas tormentas. La dirección en la que viajábamos y el ángulo del sol nos daban el juego más hermoso de doble arco iris que jamás haya visto.
Cruzábamos el puente sobre el río Mississippi en Baton Rouge, Louisiana, así que al llegar a su cúspide, podíamos ver el final de ambos arcos iris. Al alejarnos del puente, parecía como que pudiésemos entrar justo en el centro de uno de ellos, pero ambos arcos iris seguían alejándose de nosotros entre más nos acercábamos.
El camino curvó y comenzamos a dirigirnos hacia el final del más cercano. Esperé que el arco iris se moviese de nuevo –¡pero no lo hizo! Al dirigirnos hacia él, las bandas de color comenzaron a cambiar. Las bandas de rojo, verde y azul comenzaron a desvanecerse y adelgazarse hasta que desaparecieron por completo. Al acercarnos al final del arco iris el resto de la banda amarilla se anchó hasta que tuvo varios metros de ancho y el color cambió a un hermoso dorado. Entonces, maravilla de maravillas, ¡atravesamos la banda de color dorado!
No puedo explicar el sentimiento que mamá y yo tuvimos en ese momento excepto para decir que fue un tiempo sagrado. Fuimos bendecidas por la gracia de nuestro Dios al darnos tan única experiencia. Nos sentimos transportadas a las mismas puertas del Cielo.
Al pensar nuevamente lo que pasó, pienso que puedo comprender los orígenes de la leyenda de la vasija de oro al final del arco iris. Creo que pudo comenzar cuando otra persona tuvo una experiencia similar a la nuestra y su descripción de la «banda de oro» fue cambiando en el tiempo a una de «una vasija de oro».
El octavo capítulo de Romanos dice que Dios nos «dará con liberalidad todas las cosas». Es de Sus depósitos de sorpresas sin límite que se nos dan los regalos menos esperados.
Lynnda Ell