Montañas de basura

Un día antes de pasar el camión de la basura, el padre de Jaime ayudaba a hacer sus tareas en la casa. «Detesto hacer esto», dijo Jaime, en tanto que clasificaba y colocaba las latas en un bote de basura y las botellas en otro.

– Sería más fácil si no hubieras dejado acumular todo lo de una semana -replicó su padre.

– Me gustaba mucho más cuando tirábamos toda la basura en una de esas grandes bolsas de plástico -dijo Jaime refunfuñando.

– Pues si no reciclamos la basura todo lo más que podamos, muy pronto llegará el momento en que ya no habrá más espacio en los basureros -le dijo su padre.

– Sí, yo lo sé -dijo Jaime asintiendo con la cabeza.

– ¿Qué es eso que hay allá? -preguntó el padre señalando hacia una bolsa de papel color café.

– Ah, son algunas cosas que no supe cómo clasificar -dijo entre dientes-. Después me ocuparé de eso.

– Veamos qué tenemos aquí -dijo el padre-. ¡Hmmm! Discos, algunos casetes y revistas «¡Show!» Estas revistas de verdad son basura. ¿Las has estado leyendo?

– Algunos de los muchachos me las dieron -contestó Jaimito avergonzado.

– ¿Te gustan esas cosas? -preguntó el padre.

– Al leerlas en un principio me hacían sentir como un adulto -admitió Jaime-. Pero luego no me gustaron las cosas que venían a mi mente. Voy a botar todas esas cosas y no volveré a aceptar algo por el estilo.

– Me alegro -dijo el padre-. Cosas como esas pueden hacer que tu mente y tu corazón se llenen de tanta basura que pueden desplazar a Dios.

¿Qué tal tú? ¿Has botado toda la basura de tu vida? Asegúrate de que tus libros, revistas, casetes y programas de televisión no sean los equivocados. Pídele a Dios que te diga de qué tienes que deshacerte. Él te guiará al rezar y leer la Biblia y vida de los Santos. No llenes tu vida de montañas de basura.

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