El Gran Ausente

Escrito por: Byron Valdizón C.

En el baile de La Conquista de Guatemala de este año tendremos un gran ausente, la figura y personalidad de don Mario Abigail Valdizón Ayala, quien por más de 50 años (53 para ser exactos) organizó y dirigió esta tradicional pieza del arte folklórico, de tanto abolengo en el pueblo de Rabinal.

Mario Abigail Valdizón AyalaDamos fe que para él, La Conquista fue una verdadera pasión. Asumió con devoto entusiasmo esta tarea, que prácticamente era parte de su vida. Llegado octubre se aprestaba a hacer los arreglos pertinentes y pasado el Día de Los Santos, su casa se convertía en un centro de trabajo, en donde convocaba a aquellos que serían parte de su equipo de artistas, quienes bajo su tutela alegrarán las fiestas de la Virgen del Patrocinio.

Era capaz de dejar cualquier compromiso familiar con tal de estar en medio de los ensayos, de los penachos, de la chirimilla y de las plumas de indios danzarines que defenderán con su sangre la Guatemala que tanto amó, delante de españoles bien ataviados con trajes que él mismo diseñaba.

Generaciones de bailadores

Su carácter recio y firme fue signo de autoridad y respeto. Varias generaciones, desde 1953 fueron convocadas a ser parte de La Conquista. Sabía escoger a sus personajes, desde El Rey Quiché, hasta Tecún Umán, pasando por Pedro de Alvarado, Gízizil Zunán, Carrillo, Cardona y el Quirijol, el Brujo y los jiquipiles. Quién haya salido en La Conquista de don Mario no recuerda la noche en que fue convocado y que esperó con ansias «el papel» que le tocaría representar.

Don Mario les enseñó a bailar al compás del tambor y la chirimilla y hasta a hablar fuerte y con buen ritmo. él tenía una especie de elementos bien entretejidos, de tal manera que manejaba la telaraña de este baile con tal autoridad que buena parte del pueblo se veía involucrada. Si no, veamos a las señoras que hacían los trajes de los indios, los sastres con la vestimenta de los españoles, la elaboración de los arcos, de los cascos, el retoque de las máscaras, la banda de músicos, la elaboración del volcán, el maquillaje de las malinches, el rizado de las cabelleras, y hasta velar por la seguridad de los bailarines en las funciones programadas.

Sus hijos dan fe que para don Mario, La Conquista lo apasionaba y hasta los hacía parte de la misma. Varios de ellos, así como sus nietos, sobrinos, yernos y cuñados, fueron sus dirigidos. Además, no era raro que en las fiestas familiares él hacía tiempo para enseñarles a los más pequeños, algunos trozos del libreto y hasta a bailar con firmeza y ¡bien hecho!

Devoto de la Virgen del Patrocinio

Llegados los días de la Virgen del Patrocinio, se llenaba de esplendor, se le veía correr de un lado para otro, dando instrucciones y dirigiendo a los suyos para que desempeñaran un buen papel. Su lugar preferido eran las gradas que dan al volcán del Rey Quiché. Prácticamente era un personaje más, presto para auxiliar a quien se le aflojara la máscara, a quien le escasearan las flechas y hasta a quien se le olvidara el libreto.

Al final de cada jornada, se reencontraban todos en la Cofradía, porque era muy celoso con que a su gente se le premiara con un tamal o al menos con un cafecito. Ese momento era una especie de premio para él y su elenco. Ahí les hablaba, los saludaba con aprecio y les agradecía su entrega en el escenario improvisado, que para él era su palestra, su vida, su pedacito de tierra donde desarrollaba uno de los sueños y propósitos más grandes de su vida.

Con satisfacción hablaba con los mayordomos, quienes agradecidos, le daban unos tamales para que los compartiera con su familia. Eso, más el aplauso del pueblo era su paga; pero mucho más que eso eran las bendiciones de su querida virgencita del Patrocinio a la que tanto quiso.

En el 2003, un grupo de buenos rabinalenses le organizó la celebración de las Bodas de Oro como director de La Conquista. Un acto bello y solemne en el que varias entidades del pueblo le entregaron sendos diplomas y reconocimientos. Sus palabras fueron pocas porque su voz se quebró ante tanta emoción, y al recordar con amor a su querida esposa, doña Alicia, quien fue su compañera del alma y su apoyo incondicional. Lamentó no tenerla junto a él en esa mañana de grandes emociones. Y es que él contaba que doña Alis salió en su juventud de malinche, mientras don Mario era Pedro de Alvarado. Aquella jovencita fue su conquista.

Lloró la chirimilla

En diciembre de 2006, después de las funciones del baile, se alistó para ir a la capital para vivir con la familia Catalán, a la que tanto amó, el tradicional convivio navideño. Eran los primeros días de diciembre. De pronto su salud se vio afectada de una manera imprevista y acelerada. Fue como un juego fatal de dominó en donde se vino un dolor tras otro. Una tarde ya no se pudo más y fue necesario llevarlo a un hospital privado y para sorpresa de sus familiares el caso fue diagnosticado como muy delicado. Empezó un verdadero calvario de agonía y esperanza. Lamentablemente ya no pudo hablar con su familia. Fue un gran silencio que se apagó poco a poco.

La Noche Buena abrió los ojos como queriendo decir algo pero era imposible. El mejor regalo para sus hijos en esa su ultima navidad fue ?abrir los ojos? y con eso afirmar que los oía y que por lo menos quería abrazarlos. Llegado el 30 de diciembre, en horas de la mañana, la noticia más triste del fin de año, el hombre grande y fuerte, el hombre de La Conquista, el que dio vida y colorido a las fiestas del Patrocinio, perdía la batalla por la vida. Falleció con el llanto del Rey Quiché y de Saquimuy, falleció con los honores de Alvarado y Calderón. La chirimía cantó su canto más triste y melancólico; cayó el quetzal del penacho de Tecún Umán, y el Brujo encendió su incensario con silencio eterno.

Su sepelio fue el más bello. Los miembros del Baile acompañaron el féretro de su casa al salón municipal (donde se le rindieron homenajes) y de ahí a la misa. De la misa al cementerio en donde se dirigieron sendos discursos póstumos y se le despidió como se despiden los hombres grandes, con aplausos y llantos.

La obra no se detiene

Un año después, su familia y el grupo de bailadores se organizaron para retomar esta bella tradición. No será fácil pero si un bien se puede hacer a toda aquella obra impulsada por don Mario, es mantener viva su obra, con todo el esplendor que merece.

En estas presentaciones, a casi un mes de cumplirse un año de su muerte, se desarrollarán algunos signos de respeto y homenaje a su gran impulsor, dejando constancia del agradecimiento por sus años de entrega a favor de este Baile que sin dudas, es parte del patrimonio de Rabinal.

Esperamos que las nuevas generaciones sepan continuar esta labor y que algún día se haga justicia a nivel nacional a esta rica pieza folklórica y al hombre que la llevó al lugar que ahora tiene y que ha trascendido fuera de los límites de Rabinal.
Desde el cielo, don Mario sabrá ver su Conquista, y cuando irrumpa el silencio el Rey Quiché con estas palabras: «Valedme Dios valedme, en tan triste situación, oprimido tengo el corazón y no hallo en donde acogerme» él musitará en el silencio de su alma lo que sigue: «Alvarado viene a verme mas no quisiera mirarle, antes quisiera matarle para que no piense ofenderme…»
El Gran Ausente, está aquí, junto a las gradas del Rey Quiché. Gracias don Mario, y recuerde que la Conquista sigue siendo suya. «Tambor y chirimilla, lloren al Ausente y no callen la fiesta ¡porque La Conquista continúa!»

Rabinal, noviembre 2007.

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Este artículo al igual que los anteriores, son publicados para apoyar el trabajo de la familia de mi buen amigo Williams Valdizón y para fomentar nuestra cultura guatemalteca, rica en tradiciones.

Lee también: Legado Rabinalense, Baile de la Conquista, Impresionantes presentaciones del baile de La Conquista de Guatemala.

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