Etiqueta: pasión

  • Una nueva Luz

    Los Markovitz era una de las pocas familias judías que vivían en un apacible suburbio de Pensilvania cuyas calles se llenaban de luces navideñas en diciembre. Ellos en cambio, colocaban una menorá (Candelabro judío de nueve brazos) encendida en una ventana de su casa como recordatorio de que también era el inicio de la Hanuka, una de sus principales fiestas religiosas.

    Un día, a eso de las 5 de la mañana Judy Markovitz se despertó al oír un fuerte ruido. Habían roto la ventana y arrancado la menorá.

    Para los Markovitz fue una agresión que removió viejas heridas, ya que los padres de Judy habían estado en el pasado recluidos en un campo de concentración.

    Los Markovitz, luego de recuperarse emocionalmente, repararon la ventana y al terminar la reparación salieron a visitar al hermano de Judy, sin saber que sus vecinos se disponían a reparar algo más.

    En la noche, cuando la familia Markovitz regresaba a su casa, un extraordinario espectáculo los sorprendió al doblar la calle: Casi todas las casas de la manzana estaban adornadas con una menorá resplandeciente. La hija de la pareja, Vicky, hoy día de 18 años, recuerda aquellas ventanas iluminadas como una señal de compasión y solidaridad. «Fue como si todos los vecinos dijeran: Si vuelven a romper las ventanas de ellos, también tendrán que romper las nuestras.»

    Compasión y solidaridad son dos joyas que necesitas hoy recuperar.

  • La Navidad

    La Iglesia en su misión de ir por el mundo llevando la Buena Nueva ha querido dedicar un tiempo a profundizar, contemplar y asimilar el Misterio de la Encarnación del Hijo de Dios; a este tiempo lo conocemos como Navidad. Cerca de la antigua fiesta judía de las luces y buscando dar un sentido cristiano a las celebraciones paganas del solsticio de invierno, la Iglesia aprovechó el momento para celebrar la Navidad.

    En este tiempo los cristianos por medio del Adviento se preparan para recibir a Cristo, «luz del mundo» (Jn 8, 12) en sus almas, rectificando sus vidas y renovando el compromiso de seguirlo. Durante el Tiempo de Navidad al igual que en el Triduo Pascual de la semana Santa celebramos la redención del hombre gracias a la presencia y entrega de Dios; pero a diferencia del Triduo Pascual en el que recordamos la pasión y muerte del Salvador, en la Navidad recordamos que Dios se hizo hombre y habitó entre nosotros.

    Así como el sol despeja las tinieblas durante el alba, la presencia de Cristo irrumpe en las tinieblas del pecado, el mundo, el demonio y de la carne para mostrarnos el camino a seguir. Con su luz nos muestra la verdad de nuestra existencia. Cristo mismo es la vida que renueva la naturaleza caída del hombre y de la naturaleza. La Navidad celebra esa presencia renovadora de Cristo que viene a salvar al mundo.

    La Iglesia en su papel de madre y maestra por medio de una serie de fiestas busca concientizar al hombre de este hecho tan importante para la salvación de sus hijos. Por ello, es necesario que todos los feligreses vivamos con recto sentido la riqueza de la vivencia real y profunda de la Navidad.

    Por último, es necesario recordar que durante la Navidad celebramos en tres días consecutivos, 26, 27 y 28 de diciembre, tres fiestas que nos hacen presente la entrega total al Señor:

    San Esteban, mártir que representa a aquellos que murieron por Cristo voluntariamente.

    San Juan Evangelista, que representa aquellos que estuvieron dispuestos a morir por Cristo pero no los mataron. San Juan fue el único Apóstol que se arriesgó a estar con La Virgen al pie de la cruz.

    Los Santos Inocentes que representan a aquellos que murieron por Cristo sin saberlo.

     

  • La Vasija Agrietada

    Un cargador de agua tenía dos grandes vasijas que colgaban a los extremos de un palo que él llevaba encima de los hombros. Una de las vasijas tenía una grieta, mientras que la otra era perfecta y entregaba el agua completa al final del largo camino a pie desde el arroyo hasta la casa de su patrón.

    Cuando llegaba, la vasija rota solo contenía la mitad del agua. Por dos años completos esto fue así diariamente. Desde luego la vasija perfecta estaba muy orgullosa de sus logros, perfecta para los fines para la cual fue creada; pero la pobre vasija agrietada estaba muy avergonzada de su propia imperfección y se sentía miserable porque solo podía conseguir la mitad de lo que se suponía debía hacer.

    Después de dos años le habló al aguador diciéndole: «Estoy avergonzada de mi misma y me quiero disculpar contigo», ¿Por qué? le preguntó el aguador.

    «Porque debido a mis grietas, solo puedes entregar la mitad de mi carga. Debido a mis grietas, solo obtienes la mitad del valor de lo que deberías.»

    El aguador se sintió muy apesadumbrado por la vasija y con gran compasión le dijo: «Cuando regresemos a la casa del patrón quiero que notes las bellísimas flores que crecen a lo largo del camino».

    Así lo hizo y en efecto vio muchísimas flores hermosas a todo lo largo, pero de todos modos se sintió muy apenada porque al final solo llevaba la mitad de su carga.

    El aguador le dijo: «Te diste cuenta de que las flores solo crecen en tu lado del camino?; siempre he sabido de tus grietas y quise obtener ventaja de ello, siembro semillas de flores a todo lo largo del camino por donde tu vas y todos los días tú las has regado. Por dos años yo he podido recoger estas flores para decorar el altar de mi Madre. Sin ser exactamente como eres, ella no hubiera tenido esa belleza sobre su mesa.»

    Cada uno de nosotros tiene sus propias grietas. Todos somos vasijas agrietadas, pero si le permitimos a Dios utilizar nuestras grietas para decorar la mesa de su Padre.

    «En la gran economía de Dios, nada se desperdicia». «Sólo aquel que ensaya lo absurdo es capaz de conquistar lo imposible». Si sabes cuáles son tus grietas, aprovéchalas, y no te avergüences de ellas.

  • En carne propia

    Cómo nos ingeniábamos para atrapar a los animales del bosque. Señuelos, silbatos, trampas, rejas, canastos tejidos en las caídas de agua para atrapar los peces. Éramos chicos felices en medio de una naturaleza fértil y con riquezas naturales por todo el bosque.

    Una de mis habilidades favoritas, era la de colocar trampas en el bosque. Con cuidado investigaba los caminos de los conejos, las liebres, los coipos o los zorros y, una vez convencido de su hábitat, montaba y disimulaba las trampas en el camino. Luego, al otro día, tomaba mi bicicleta, y me internaba por los senderitos del bosque a revisar mi trabajo.

    Un día, ¡qué fastidio! La cadena de mi bicicleta se cayó de sus engranajes; la coloqué y luego volvió a caer. Entonces molesto, volví a montarla en la punta del engranaje y dí una vuelta con fuerza al pedal para que se instalara completamente, pero, sea por mi apuro, por mi ira, o porque Dios quería darme una lección, mis dedos no alcanzaron a salir y ahí quedé con los dientes del engranaje enterrados en mis falanges. Mi bici era de freno al pedal, no podía volverla atrás, estaba solo, y mi única esperanza era dar una vuelta completa para liberar mis dedos en la otra punta. Así lo hice. Los pedazos de carne, quedaron entre los engranajes y la cadena.

    Mis huesos quedaron a la vista y, entonces pensé en los animalitos que yo cazaba con tanta alegría. Nunca más coloqué una trampa. Yo experimenté en carne propia el dolor, supe lo que ellos sufrían y tuve compasión de ellos.

    ¿Entiendes querido amigo por qué nuestro Dios es diferente a todos los dioses? Porque Él fue tentado en todo según nuestra semejanza y, por eso, nos entiende y nos ama, y nos ayuda en nuestros dolores.

    Habla con Él en una oración sencilla y verás que has encontrado un Amigo que te entiende.

    Osiel Ibáñez

  • Devolver el favor

    «Cadena de favores» es una película que trata de un niño de doce años que quiere marcar una diferencia en el mundo. Motivado por un maestro de su colegio, Trevor invita a un hombre sin hogar a dormir en su garaje. Ignorante de este arreglo, la madre de Trevor se despierta una noche para encontrar al hombre que estaba arreglándole la camioneta. A punta de pistola, ella le exige que se explique. Él le muestra que ha logrado arreglar la camioneta y le cuenta acerca de la amabilidad de Trevor. Le dice: «Simplemente estoy devolviendo el favor.»

    Creo que esto es lo que Jesús tenía en mente en una de las últimas conversaciones con Sus discípulos. Quería mostrarle hasta dónde llegaba Su amor. Así que antes de la última cena juntos, se quitó el manto, se ciñó una toalla alrededor de la cintura, y comenzó a lavarles los pies a Sus discípulos. Esto fue algo escandaloso porque sólo los esclavos lavaban los pies. Era un acto de servidumbre y un símbolo que señalaba el sacrificio, la pasión y la humillación de Jesús en la cruz.

    Imagina lo diferente que se vería nuestro mundo si les diéramos a los demás el tipo de amor que Dios nos ha dado por medio de Jesús.

    Para conocer el amor, abre tu corazón a Jesús. Para mostrar el amor, abre tu corazón a los demás.