¡Mucho cuidado con lo que deseas!, podría hacerse realidad.
Un hombre se quejaba así:
– «Dios mío, ten compasión de mi, mira como trabajo tanto, en cambio mi mujer tan tranquila en la casa.
Yo daría cualquier cosa para que hicieras un milagro y convirtieras a mi mujer en mí, y yo en mi mujer, para que la muy floja aprenda lo que es la vida de un hombre»
Dios, en su infinita misericordia, ¡ZAZ! que le concede el milagro.
El primer día en la mañana, el milagro andante corre a levantar a los muchachos para que se alisten, prepara desayunos, pone una lavadora, saca del congelador la carne para el mediodía y sale disparada a la escuela con los hijos.
De vuelta pasa a la gasolinera, cambia un cheque, paga el teléfono y la luz, recoge los trajes de la tintorería, hace el súper rapidísimo ¡y ya estaba al filo de la una de la tarde!