Todos los seres humanos mueren, no todos los seres humanos viven. Vive el hoy. ¿Qué te ata al pasado? Déjalo ahí, en el pasado y vive.
Etiqueta: humanos
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Limonada # 273
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El tema que vale la pena
Los debates giran en torno a cientos de temas. Discutimos sobre el clima y sobre la familia, sobre la bolsa y sobre los impuestos, sobre las promesas de los políticos y sobre la mejor manera de ahorrar.
Pero a veces dejamos de lado un tema que debería ocupar un lugar único: si Dios existe y si se interesa por los asuntos humanos.
Porque la vida humana, sometida a miles de factores externos y a miles de intereses en conflicto, parece destinada a un futuro caótico e incierto si no interviene Alguien capaz de encender esperanzas, de perdonar pecados, de sanar conciencias, de infundir amores.
Mirar al mundo sin reconocer la posibilidad de una intervención decisiva, salvadora, de lo alto, es perder la roca imprescindible para que exista esperanza. En cambio, descubrir y aceptar que Dios se interesa por los hombres y mujeres del planeta y busca sinceramente ayudarnos, abre un panorama consolador: en el camino de la historia humana existe Alguien capaz de corregir males dañinos, de rescatar a víctimas inocentes, de premiar a los que obraron el bien y la justicia.
Ese es el tema que vale la pena llevar en el corazón y en el diálogo. Otros temas, por muy importantes que sean, podrán llenar el tiempo de una tarde entre familiares o amigos, pero no alcanzarán a tocar esa inquietud profunda que se esconde en cada corazón humano: la urgencia de encontrar respuesta a la pregunta sobre el sentido que la vida adquiere cuando descubrimos a un Dios cercano y providente en el horizonte.
P. Fernando Pascual LC
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Contra las lenguas maldicientes
Jesucristo:
1. Hijo, no te enojes si algunos tuvieren mala opinión de ti, y dijeren lo que no quisieras oír. Tú debes sentir de ti peores cosas, y tenerte por el más flaco de todos. Si andas dentro de ti, no apreciarás mucho las palabras que vuelan. No es poca prudencia callar en el tiempo adverso, y volverse a mi corazón, sin turbarse por los juicios humanos.
2. No esté tu paz en la boca de los hombres; pues si pensaren de ti bien o mal, no serás por eso hombre diferente. ¿Dónde está la verdadera paz y la verdadera gloria sino en Mí? Y el que no desea contentar a los hombres, ni teme desagradarlos, gozará de mucha paz. Del desordenado amor y vano temor, nace todo desasosiego del corazón, y la distracción de los sentidos.
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Limonada # 253
Errar es de humanos – Herrar es de herreros – E.rar es de informáticos
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Crucero o barco de guerra
Hace algún tiempo, nuestra iglesia «adoptó» al USS Reuben James, una fragata asignada al Golfo Pérsico. Estuvimos de acuerdo en orar diariamente por la tripulación y enviarles a los marineros cintas grabadas y libros. También les enviábamos copias de nuestros cultos de fin de semana para que pudieran televisarlos por su sistema interno los domingos en la mañana mientras estaban en alta mar.
Al terminar su asignación en el Golfo, el «Reuben James» atracó en Pearl Harbor. Recibí una invitación para ser huésped de la tripulación durante una breve excursión al Pacífico. Tras una prolija visita a los dormitorios y las cubiertas, tomé mi lugar junto al capitán mientras izábamos ancla y navegábamos hacia las profundas aguas azules con una tripulación de 800. A una distancia de tierra firme segura, el destacamento de cañones disparó unas cuantas rondas desde los masivos cañones del barco.
Mientras que cada marino iba de un lado para otro, observé algo. Todos sabían exactamente cuál era su rol. Cada persona en ese buque tenía un trabajo, una función, una responsabilidad y un propósito para estar allí, esto es, todos menos yo. Yo era el único que estaba de paseo.
En contraste, unos meses más tarde, mi esposa, Anna, y yo tomamos un crucero de tres días alrededor de las islas para refrigerio y descanso. En cubierta, observé a 400 seres humanos, perezosos y dorados por el sol, circulando alrededor de la piscina mientras 40 obreros uniformados se desplazaban a su alrededor tratando de mantenerlos felices.
En un momento de reflexión escuché al Señor decirme: «Mi iglesia necesita ser un barco de guerra y no un crucero de vacaciones. Si hemos de penetrar la oscuridad y rescatar almas con las que nos encontremos, no podemos ser un barco de espectadores. Todos necesitan saber por qué estamos abordo.»