Valórate sin arrogancia, sé consciente tanto de tus talentos como de tus carencias y crece en autoestima y en humildad. Acepta sin falsas modestias, los elogios que te hacen y acepta también, las críticas sinceras que te duelen, pero también desinfla tu ego.
No obstante, no le concedas importancia a los juicios nacidos de la envidia. No dejes que te roben la paz del corazón. Sería muy triste que perdieras tu entusiasmo y te desmotivaras por críticas malsanas que nunca van a faltar. Jesucristo fue rechazado por muchos, pero cumplió su misión, aunque sus mismos paisanos fueron los primeros en juzgarlo.
No creces en estatura cuando te dicen «gigante», ni pierdes un sólo centímetro cuando te gritan «enano». Lo que eres, eso eres. No vales más cuando te adulan, ni vales menos cuando se ríen de ti. No le des importancia al qué dirán. Eres lo que eres.
Actúa rectamente, con una conciencia limpia y deja que los perros ladren. El único río que no despierta envidias es un río seco. Crécete ante las críticas y vuela en libertad.