Usa tus ojos para ver la belleza de la vida o para ver el interior de las personas. No los uses para criticar maliciosamente de cómo se ven o se visten los demás, o para juzgar a las personas sólo por sus apariencias.
Usa tus oídos para escuchar a tu prójimo y poder ofrecerle una palabra de aliento; para escuchar los sonidos agradables que te ayudan a olvidar las dificultades y edifican tu interior. No los uses como un arma, o para escuchar cuando se habla mal de los demás.
Usa tu olfato para percibir el olor de las flores, del perfume, del amor. No lo impregnes con los malos olores, como lo son el odio, el egoísmo, la traición.
Usa tu gusto para saborear el triunfo de tus metas alcanzadas, de los logros obtenidos con esfuerzo y dedicación. No lo uses para saborear la derrota de los otros, o cuando algo les sale mal.
Usa tu tacto para sentir y dar amor; para tocar a las personas con tus deseos positivos, con tu caridad. No lo uses para pedir injustificadamente, o para golpear sin piedad.
El sexto sentido, el más importante, es el que nos da la sabiduría para distinguir la diferencia entre los otros sentidos, entre el bien y el mal, entre dar o recibir, entre construir o desmoronar, entre salvar o matar.
A veces miramos sin ver, oímos sin escuchar, olemos sin percibir, probamos sin saborear, tocamos superficialmente.
Usa tus sentidos sabiamente. No se trata de cuántos tengas, sino de cómo los utilizas.