Estaba leyendo esta semana acerca de esta mujer que, como toda buena madre de familia, andaba a la carrera tratando de lograr todas las metas diarias que se había trazado y, encima de todo, tenía una cita médica con el especialista, a la que estaba llegando tarde; en medio de su prisa, no encontraba un buen lugar para estacionarse, por lo que angustiada, levantó su oración al cielo: «Señor, por favor, hazme el milagro de proveer para mí un lugar donde estacionarme…» No acababa de pronunciar aquello, cuando un auto empezó a salir, dejando el mejor lugar libre, ante lo cual, ella se apuró a agregar: «Olvídalo Señor, ¡ya encontré uno!»
Si hay un pecado que prevalece más hoy día, especialmente entre los creyentes, es la ingratitud.
Dios hace tanto por nosotros cada instante de nuestras vidas, y sin embargo, rara vez le damos gracias o el crédito que se merece por Sus bendiciones.
Muchos de los que nos decimos cristianos, a veces ni por los alimentos oramos cuando estamos en la mesa… mucho menos por otras cosas en la vida.
En este día de Acción de Gracias, tomemos un momento para analizar todo lo que hemos recibido de Él. Es tiempo de decirle a Dios:
Señor, Tú me has dado tanto ya, pero, quisiera que me des una cosa más, un corazón agradecido… un corazón que no solamente esté contento cuando le convenga o cuando le des lo que el quiere… sino, un corazón que te esté agradecido siempre y que te alabe en todo tiempo y sólo por lo que Tú eres, independientemente de las circunstancias.
Dr. Samuel Sanchez