Hablar «en difícil», muchas veces sólo conduce a confundir hechos o situaciones que quieren taparse, como para evitar temas candentes. Hablar complicado muchas veces altera el circuito de la comunicación con el fin de confundir al receptor.
Debemos observar a quién o a quiénes está dirigido el mensaje y si realmente nos interesa dialogar de verdad con esas personas. Es ahí donde realmente existe un feedback. Esa verdadera retroalimentación que hace que lleguemos a un acuerdo, una solución, un encuentro maravilloso y verdadero con el otro.
Hablemos claro o callemos. Muchas veces el silencio tiene mucha más connotación que mil palabras rebuscadas y carentes de sentido. Hablemos claro y con personas que estén en nuestra sintonía; de lo contrario, la comunicación nunca dejaría de existir, pero se basaría en contenidos vacíos de significado y muchas veces (casi siempre) contradictorios y generadores de discordia. Sólo el verdadero diálogo es conector de ideas que se vinculan con un fin, un acuerdo mutuo.
Hablemos claro, empleando los términos adecuados. Si son neologismos, que sean conocidos por todos (en lo posible) y que se empleen correctamente; de lo contrario, qué sentido tiene esa supuesta comunicación.
Cuando el lenguaje es el del amor, no hacen falta palabras complicadas, sólo miradas, sentimientos puros y palabras bienintencionadas.
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